La Calle del Agua

El camino del agua, desde su encauzamiento en la Fuente de Los Caños hasta su acumulación en la Balsa de Riego de Los Caños, ha sido llamado Calle del Agua (denominación debida a don Francisco Chacón, 2009), porque a lo largo de este trazado se suceden calles que hacen referencia a hitos hidráulicos, como son Los Caños, El Pilar y la Balsa, confluyendo hacia ellas otras perpendiculares, como El Caño, Acueducto, Santoro o Las Pilas.

B.I.C.
2010
Inicio:
Ermita Virgen de los Remedios
Fin:
Molino de abajo

Un entramado urbano, hoy centro histórico, que dibuja un itinerario descendiente del agua a lo largo de 680 metros, con un desnivel de 48 metros, que ha permitido la edificación de dos molinos hidráulicos a los extremos de la Calle del Agua, documento de sistemas productivos y modos de vida desaparecidos, en donde la memoria colectiva permite recuperar la importancia vital de este espacio en el origen y evolución de la villa. Valores materiales e inmateriales que han hecho de la Calle del Agua merecedora de su consideración de Bien de Interés Cultural, en cuanto que conforma un modelo único del ciclo completo del uso del agua. También es reflejo de la ordenación de un espacio concebido meditadamente alrededor del agua, donde cada construcciones gravita sobre la siguiente, destinada a ubicarse en un lugar concreto que facilite su actividad, pero que no impida la localizada a un nivel más bajo; un principio de sostenibilidad asumido inconscientemente que rige en el uso sostenible y no contaminante del agua, evitando entorpecer cualquier uso posterior del caudal disponible.

Este camino del agua alberga un muestrario completo de construcciones domésticas, agrícolas e industriales del agua. Hay fuentes, pilones, balsas (Los Caños, El Pilar), abrevaderos (Fuente de Los Caños, Plaza de El Pilar y calle de la Balsa), molinos hidráulicos (Molino santiaguista y Molino de la Balsa), acueductos (Los Arcos), balsas (calle de la Balsa, Balsa de Riego de Los Caños) y lavaderos públicos (El Pilar y la Balsa), así como una compleja red de acequia que llevaba el agua más allá del límite natural del afloramiento. Incluye también obras asociadas al tiempo del riego (Reloj del Sol), a los sonidos del agua (acequias, fuentes o pilones) y al ritmo de la vida rural, (Torre del Reloj) que marcaban la actividad agrícola: siembra, plantación y recolección, y la duración del riego: tandas de agua».

La proximidad del agua también propició la construcción de las almazaras de aceite, pues -aunque no se movían por la acción hidráulica-, si la necesitaban para las tareas de limpieza y el proceso de molienda de la oliva (Almazara santiaguista del Pilar y Almazara nueva de la Encomienda, conocida posteriormente como de Julio).

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