La Sima de la Higuera se localiza en la zona más septentrional del municipio de Pliego. Se trata de un espacio de destacados relieves como el Alto de Espuña y el Alto de las Atalayas, que comparte las características morfológicas del macizo de Sierra Espuña: relieves calizos e importantes acuíferos que han originado cavidades de gran singularidad, como la Sima de la Higuera.
Las primeras referencias a esta cavidad y al interés kárstico de la zona, son bien conocidas por los vecinos de Pliego desde tiempos lejanos. Pero, no será hasta los años noventa, cuando los espeleólogos regionales comiencen a mostrar interés por su exploración. A partir de 1996, Pedro López y Gema Cánovas, ayudándose de las raíces de la higuera, que da nombre a la cavidad, iniciaron los descensos y los trabajos de desobstrucción, abriendo pasos de comunicación que les llevó a alcanzar una primera gran sala de extraordinaria belleza natural, que fue bautizada con el nombre de Sala de Los Corales. Desde aquí, la exploración abrió el camino hacia la galería más espectacular y grandiosa de la Sima, cuyas formaciones geológicas de color anaranjado aterciopelado de impresionante impacto visual, les hizo llamarla, Sala del Paraíso. Un descubrimiento tan trascendental, que hoy sigue siendo el más importante de la historia geológica de la Región de Murcia.
A partir de este momento, la relevancia que alcanza la Sima y su atracción para la comunidad científica y espeleólogos, hizo que los clubs de espeleología de Pliego (Pliego-Espuña) y Cartagena (Cuatro Picos), se implicase en dibujar el trazado de la cavidad y delimitar su recorrido, el cual se desarrolla por un espacio sinuoso y laberíntico de 5.500 metros de longitud y 156 metros de profundidad.
El descubrimiento de las formaciones geológicas de la Sima de la Higuera, y el reconocimiento de la excepcionalidad de sus estructuras a nivel internacionales, han animado los estudios científicos sobre el origen hipogénico de la cavidad, que coinciden en afirmar su originalidad tan solo comparable a cuevas tan singulares como la Cueva de “Lechuguilla”, en Nuevo México o la de “József-hegy Cave” en Hungría. Circunstancias que la hacen ser cada vez más visitada, y que exige el establecimiento de un sistema de viabilidad entre su uso social (científico-deportivo) y la conservación y protección de sus valores naturales, que pasan a ser entendidos como parte esencial del patrimonio territorial y de la geodiversidad regional.
Origen
El origen de la Sima de la Higuera está vinculado a las condiciones kársticas de la vertiente Norte de Sierra Espuña, en donde la acción del agua ha creado un variado paisaje geológico de diferente orden, desde sencillas fracturas a complejas galerías. A estas características generales se suman las particulares de la zona, en donde las aguas hidrotermales se han visto sometidas a constantes movimientos ascendentes y altas temperaturas debidas a la cercanía de la falla de Mula-Archena. Motivos que han configurado el original modelado de los relieves internos de la cavidad, mostrando diversas formas como: corales, folias, cristales de calcita, conos, nubes, estalactitas, estalagmitas, boxwork, y otros que cubren las diferentes salas de una variedad y singularidad especial, y que en la sala de los Corales y sala del Paraíso son tan caprichosos y únicos que conceden valor patrimonial a todo el conjunto.
Acceso
El acceso a la sima se realiza a través de una gran fractura, comunicándose por una sucesión de pozos verticales entrelazados, hasta alcanzar los 70 metros de profundidad, en los cuales se evidencia claramente el movimiento ascendente del agua en el lugar, que ha ocasionado morfologías de grandes “scallops”, cúpulas, outlets, al llegar al fondo se comunica con una laberíntica red de galerías de más de 5 kilómetros y la cavidad adquiere un recorrido horizontal, entre pequeñas rampas y fracturas.
Tras superar los pozos verticales de la entrada, la Sima se extiende por estrechas y horizontales galerías kársticas de gran impacto estético, como la Sala de Los Corales, que está profusamente decorada con espeleotemas de calcita, con formas de coral e imitando a las palomitas de maíz “popcorn”. En ella, el techo se llena de coraloides y las paredes de arborescencias, junto a cristales de calcita “spar” estalactitas y estalagmitas, suelos con “micro-conos” y pequeñas charcas de agua permanente, se propagan por el espacio formando el espectacular “bosque de Coral”.
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